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LA ARTESANÍA
La realización de labores artesanas en la comarca de
La Alpujarra, no sólo han sido una manifestación
cultural del pueblo, sino que han ayudado en gran
medida a amortiguar los efectos negativos que
producían el aislamiento y la autosuficiencia, a
veces obligada, de los habitantes de estos pueblos.
Todo lo que un hogar necesitaba se podía
manufacturar en la casa de cada uno o en talleres de
la comarca: ropas, utensilios de cocina y agrícolas,
muebles,... Sin embargo, como en otras zonas rurales
de la Península, la filosofía del consumismo y la
extensión de las redes de distribución de cualquier
producto a cualquier rincón de la geografía, han
llevado a la práctica desaparición de todas las
artesanías, como la herrería y la talabartería que
prácticamente ha desaparecido en La Alpujarra
debido al declive de la caballería en la agricultura.
Hoy día, debido esencialmente a la aparición de las
nuevas corrientes turísticas y a los nuevos colonos
venidos de otras latitudes, que estiman en gran
medida los trabajos y el arte local, hay una paulatina
recuperación de algunas de las labores.
LOS TELARES
En los telares alpujarreños se elaboran tejidos
combinando lana de diferentes colores en franjas
horizontales de varios anchos y que pueden ser lisos
o con dibujos que reproducen motivos populares:
granadas, gallos, flores, pájaros,... Los más
populares son las jarapas multicolores y las
alfombras de “mota” cuyos diseños se remontan a la
época árabe. En La Alpujarra destacaron los telares
de Válor, Cástaras, Jorairátar, Murtas, Torvizcón …
donde se confeccionaban mantas, alfombras, cojines
y alforjas de una solidez a toda prueba y con un
evidente gran gusto en la selección y mezcla de
colores. Las jarapas antiguamente se confeccionaban
con los restos de ropas viejas, que al hacerlas jirones
y tejerlas se obtenían tejidos de gran colorido.
LA ALFARERÍA
La alfarería alpujarreña se ha caracterizado por la
sencillez y pureza de formas, cocida en horno de
leña de época andalusí, y concebida para su uso
cotidiano -cántaros, ollas, lebrillos, queseras,
tinajas,…-, localizándose principalmente en Órgiva,
Torvizcón y Ugíjar. El material que se empleaba, era
una mezcla de arcillas,
extraída de los
alrededores del pueblo.
Ya en el taller, la arcilla
se reducía con un mazo
en fragmentos y se
echaba a un barreño con
agua donde se dejaba
para que se disgregara.
Una vez limpia se
dejaba reposar en un
barreño de decantación
hasta alcanzar la
consistencia de la pasta
para modelar. A
continuación, se la
trabaja con las manos, en un torno de pie. Tras el
torneado, los objetos modelados se ponían a secar y
se les untaba el interior con un líquido a base de
sales de plomo -que hacía las piezas impermeables y
tras el proceso de cocción se convertía en amarillo
dorado-. El horno era de piedra, con una habitación
de ladrillos refractarios. El fogón se encendía con
haces de tomillo, romero, etc., que se situaban
debajo del suelo, colocándose sobre la base del
horno una fila de ladrillos para proteger los objetos
del fuego directo. En el interior, las piezas ocupaban
todo el espacio disponible. Después de cerrar el
horno con ladrillos y un revestimiento de arcilla, la
cocción duraba casi un día a una temperatura de
900º.
EL ESPARTO
Con el trenzado del esparto, se creó una amplia
gama de objetos utilizados para el abastecimiento
de la comunidad alpujarreña, relacionados con las
tareas agrícolas -capachos, “aguaoras”, cestos,
espuertas…- y con los aparejos utilizados por los
animales de carga -bozales, serones, jarpiles…-. El
proceso de transformación del esparto comienza en
el monte, arrancando las matas de esparto y
dejándolas extendidas en el suelo para que se
sequen. Después, el esparto se sumerge en agua, y
al cabo de treinta o cuarenta días, se tiende para su
secado. Posteriormente, el esparto se aplasta con
mazos de madera para desprender la parte leñosa de
la fibra. A continuación, se peinan las fibras de
esparto con rastrillos de púas de acero que separan
los haces de fibra de sus hojas, despojándolos de sus
partes leñosas. Lo normal es que con el esparto ya
preparado se confeccionaran rollos de “pleita”. La
pleita es un pretejido realizado con la finalidad de
agilizar el trabajo, siendo la más común la de nueve
ramales. La pleita se va uniendo mediante una
costura de tomiza cosida con una aguja y así se
obtienen los objetos que necesitamos.
Junto al esparto se utilizan otras fibras como el
cáñamo, el yute o la pita -estas dos últimas en menor
proporción- con las que los artesanos alpujarreños
elaboran cestos, alpargatas, serones, espuertas,
soplillos de la lumbre y otros objetos.
CULTURA